¿Ser gobierno justifica el empleo de cualquier medio para lograrlo?

A 101 días de las elecciones al congreso de Colombia pareciera que el pragmatismo se impone ante los principios. Una foto que da cuenta de la reunión de Isa Zuleta con Luis Pérez y la justificación del acercamiento de este último al Pacto Histórico por parte de Gustavo Petro a abierto la discusión en redes sociales.

 

Si bien la consigna indiscutida en el ejercicio de la política es sumar y multiplicar y no restar ni dividir, hay personas como Luis Pérez, quien se ufana abiertamente de la operación Orión, que si bien podrían sumar electoralmente, también tienen la propiedad de generar aversiones y desconfianzas que podrían restar y dividir más de lo que suman.

 

Tras las fotos, los anuncios y la defensa de ese juntarse con lo que ideológicamente representa la antítesis de lo que el Pacto Histórico señala representar, al interior de ese proyecto han surgido voces y opiniones que se distancian de lo que quizás Petro esté pensando.

 

Lo anterior automáticamente siembra una duda en torno a si, al interior del Pacto, existen o no mecanismos e instancias para la adopción de decisiones en las que se recojan todas las voces y se intente construir consensos, como se esperaría de quienes propugnan por la democracia, o si las decisiones se adoptan unilateralmente y se comunican y notifican luego a través de redes sociales como hechos cumplidos.

El senador Iván Cepeda, quien representa al Polo Democrático Alternativo, uno de los principales partidos aliados de la Colombia Humana de Gustavo Petro e integrante del Pacto Histórico, a propósito de lo de Luis Pérez, ha hecho alusión a través de twitter a un componente de la política, menospreciado por el uribismo, como lo es la ética.

 

En este terreno bien valdría la pena preguntar si en función de acceder al gobierno (que no al poder, que es algo superior) todo resulta válido o si hay límites que aunque podrían correrse, no deberían ser transgredidos. Si algo ha logrado identificar y posicionar a Gustavo Petro como una alternativa ante el país nacional ha sido, más que su estructurado discurso, una praxis coherente en la que los principios y su valentía para denunciar lo incorrecto han sido siempre su norte.

Desde esa perspectiva otros interrogantes deberían, y todavía se está a tiempo de hacerlo, haber iluminado o iluminar cualquier decisión que comporte jugarse un capital político construido a pulso durante muchos años: ¿Vale la pena por unos votos inciertos arriesgarse a perder, así sea en parte, los votos de electores ciertos y no precisamente por conveniencia sino por legítima convicción?

 

Más aún, ¿vale la pena colocar en riesgo los elementos diferenciadores en la forma de hacer política que hicieron que 8 millones de colombianos respaldaran en el pasado reciente a Gustavo Petro a la presidencia y que tiene quizás, hoy a muchos colombianos más, hastiados de las formas tradicionales de la política y pensando en la necesidad de restearse por una opción de gobierno que represente un verdadero y profundo cambio y no uno de naturaleza estrictamente cosmética?

Diluirse en el mismo tipo de prácticas y juntarse con lo que el pueblo y sus organizaciones rechazan no pareciera ser una buena idea. No hay que perder el pulso de la nación y mucho menos desde el autoaislamiento que genera la embriaguez de sentirse ganador anticipadamente. No puede dejar de leerse al país no político, al país nacional del que hablaba Gaitán. El primer y más importante acuerdo fundamental debe ser con el pueblo y no con políticos cuestionados.

 

Ir en contravía del sentir popular es olvidar que es más importante un pájaro en mano que un ciento volando. Es olvidar que en política muchas veces, la mayoría de las veces, no basta con ser bueno sino que también o a menudo hay que parecerlo. Se ha recorrido y avanzado mucho como para ahora pensar que el fin justifica los medios que se utilizan para lograrlo. No es momento de apelar a Maquiavelo. Como bien lo acotaba Beto Coral una cosa es hacer la paz con el enemigo y otra muy diferente hacer política con él. Petro no debería creerse infalible. Ya con su voto para la elección de Alejandro Ordoñez demostró que es humano y se equivoca.

Lo que no debería ser jamás el Pacto Histórico es un escenario para reencauchar o lavar de culpas a políticos cuestionados. El país no quiere impunidad, desea justicia social y jurídica. El país no quiere ni requiere de nuevos instrumentos de absolución y perdón de quienes ni siquiera se han arrepentido de sus crímenes. Se requiere además de menos personas dispuestas a aceptar ciega y fanáticamente dogmas y a decir amén, así se anuncien hogueras contra los herejes

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