
De antemano presento excusas por los primeros párrafos de este escrito los cuales considero necesarios, como introducción, para otorgar contexto al propósito comunicativo de este artículo.
Como hijo de un arriero paisa, nativo de Concordia pero criado en Bello, y de una maravillosa mujer oriunda de Pueblo Rico, un pequeño municipio que limita al este con Jericó y al sur con Andes, crecí escuchando desde esa prolija locuacidad paisa relatos maravillosos de una tierra desde la que una vez y para siempre migraron pero a la que nunca dejaron de extrañar y de amar.
Llegados a Barranquilla cerca de la década del 60 del siglo pasado, mi madre que recién falleció hace un año a sus cerca de 91 años, al igual que mi padre quien murió más de 30 años atrás jamás perdieron su forma peculiar de hablar y mucho menos sus costumbres ni dejaron de valorar su herencia y acervo cultural. A ese orgullo incólume y a ese sentido de pertenencia y de arraigo a su territorio lo llamaban con un dejo de nostalgia, antioqueñidad.
Quizás por lo en parte relatado, como hijo resulta inevitable mirar a Antioquia como una especie de madre patria o tierra originaria y que de vez en cuando también convivan y resuenen en mi cabeza, como si fuera natural, las melodías tanto del himno del Atlántico (“como una lira inmensa pulsada por el viento”) como el “Oh libertad que perfumas, las montañas de mi tierra, deja que aspiren mis hijos, tus olorosas esencias”.
Desde esta perspectiva de identidad y de afinidad hacia lo semejante, desde una fuerte tradición católica y por tanto conservadora y hasta desde factores estéticos y de desarrollo, uno podría intentar explicarse las razones por las que el viejo Antioquia se ha movido ideológica y políticamente dentro de un espectro de derecha. Todo lo que represente, además, el poder y la primacía indiscutida que quieren simbolizar o representar es susceptible de ser apoyado. De ahí el respaldo por ejemplo a una figura como la de Uribe que representa poder pero también la antioqueñidad.
No obstante, las circunstancias políticas han cambiado y el uribismo representado en un bogotano que fracasó estruendosamente como presidente, se ha llevado consigo al fondo de las preferencias políticas a Uribe y al uribismo, como quedó claramente patentizado en las recientes elecciones parlamentarias, en los procesos de búsqueda infructuosa de un candidato propio y hasta en la primera vuelta presidencial.
Sin cartas paisas por jugar, a Uribe, para conservar sus privilegios e intereses, que no son los de los paisas del común, no le queda opción diferente que plegarse a un bumangués como Rodolfo Hernández que muy lejos del catolicismo paisa no tiene ningún pudor en equiparar a la virgen con las putas y que hasta por edad tiene mucho por ganar para él y su territorio y no para la Antioquia grande.
Como agravante, en su columna de CAMBIO del día de hoy el periodista Daniel Coronel ha revelado que el candidato por el que hoy juega Uribe su última carta es también el candidato de los Gilinski, quien en una feroz competencia con el Grupo Empresarial Antioqueño ya se hizo de las acciones de Nutresa y Sura y ahora van por 2 empresas más que simbolizan el ya maltrecho orgullo paisa: Argos y Bancolombia.
Es perfectamente entendible que Uribe, que toda la vida se benefició del poder económico e influencia política del GEA, en sus estertores y agonía junto a sus buenos muchachos del Centro Democrático estén con el candidato del eventual sepulturero del GEA y de uno de los motivos del “orgullo” paisa y que como las serpientes termine antropofágicamente comiéndose su propia cola (comportamiento uróboro) pero las preguntas que surgen son:
¿Perdieron los antioqueños su orgullo y dignidad? ¿Su fidelidad hacia Uribe los hará, replicando a este, pasar de ser uribistas a uróboros?
Totalmente en desacuerdo. Soy más antioqueña que la arepa y no estoy de acuerdo con este artículo ni desde la primera palabra hasta la última. Siquiera se murieron los abuelos, o sea, sus padres antioqueños. Usted no es un antioqueño, es un barranquillero digno de su artículo. Iván Duque ha sido muy buen presidente. QEPD sus padres ✌
Un muy tremendo artículo. Da mucho gusto leer este potente análisis, además de una muy bella escritura, en donde se cruza el homenaje a la madre, al padre y la ancestralidad. Gracias.
Muy acertadas sus palabras y lo felicito por qué su escrito no es como el común de los que se leen a diario. Buen argumento y uso del léxico. Ojala todos los colombianos de verdad analizarán la situación, no por el simple hecho de no compartir propuestas o ideales del candidato Gustavo Petro, se debe votar por el contrario y perder el valor del respeto, de la justicia, la tolerancia entre muchos más. Pienso que la situación es muy seria y los colombianos debemos hacer un pare y reflexionar sobre esta situación.
¿Eso te conierte en un culebrero barranquillero, un barranquipaisa o en paisaquillero? Abrazos mi estimado…exelente articulo!