Extrema derecha: entre el fraude, la vía TRUMP y la vía MOISE

En la mañana del sábado 23 de abril, en una conversación telefónica que sostuve con el senador Gustavo Bolívar, luego de la abierta e inconstitucional intervención en política del comandante del ejército, Eduardo Enrique Zapateiro, tuve la oportunidad de advertirle sobre el peligro de los dos escenarios por los que puede optar la criminal extrema derecha del país.

 

Visto por parte de quienes detentan el poder y desde la coptación de casi todo el aparato estatal se lucran criminalmente del mismo que el escenario del fraude electoral es cada vez menos posible frente al mar humano dispuesto a votar por Gustavo Petro y a defender sus votos y su muy segura victoria dos alternativas o escenarios de operaciones emergen, en medio de su desespero, en sus retorcidas mentes.

 

El primero de ellos el de un golpe de estado por parte de una fuerza pública que por una errada conducción  se ha desfigurado en su misión institucional y ha hecho tránsito hacia convertirse en un ejército al servicio ya no de la nación en su conjunto sino de intereses privados, volviéndose cada vez más un peligroso apéndice de un partido político de extrema derecha y fundamentalista como el Centro Democrático.

 

Y aunque con tal aventura el estamento castrense cometería toda una locura, habida cuenta que perdería toda legitimidad ante una comunidad internacional cada vez menos tolerante frente a la ruptura del orden democrático y a la violación sistemática de los derechos humanos, ese escenario no es del todo descartable, si se tiene en cuenta que en una parte del estamento militar aún subsiste una vetusta y anacrónica concepción de seguridad que percibe al pueblo como un inexistente enemigo interno al que es lícito matar.

 

Frente a esa posibilidad sugerí, que del mismo modo como se hizo lobby internacional ante El Vaticano y el gobierno español, debía hacerse ante el gobierno y el parlamento mayoritariamente demócrata de Estados Unidos a efectos de que por parte del aliado estratégico del país se dejara suficientemente claro que no se cohonestaría con un opción golpista muy al estilo de la que pretendió implementarse recientemente en Estados Unidos y a la que por esa circunstancia denomino la vía TRUMP.

 

Lo único que puede evitar que los golpista respaldados por Duque, el Centro Democrático y lo más rancio de la extrema derecha nacional impongan sus armas sobre la voluntad ciudadana expresada en las urnas es, gústenos o no a muchos, un pronunciamiento desde el norte en el que se les deje en claro a los militares proclives al golpe, que no se cohonesta con ese tipo de “salida institucional” y antes esta se condenaría y sancionaría ejemplarizantemente.

 

No va a ser difícil para los demócratas norteamericanos entender esta situación peligrosa cuando ellos mismos, de manera inédita, vivieron ya la que yo he catalogado como la vía TRUMP de desconocimiento de las instituciones para suplantar las vías del derecho por las vías de facto.

 

La otra carta que podría jugarse por parte de nuestra perversa extrema derecha no les resulta ajena. La vienen  implementando desde la época de Sucre en el siglo XIX e hicieron uso de ella en el siglo XX contra quienes “amenazaban” su usufructo del poder con Gaitán, Galán, Pizarro, Pardo Leal y Jaramillo. Vistas las multitudes que se tomaron las calles el 1 de mayo y que un golpe militar no resultaría tan fácil sin implicar una masacre sin precedentes que perseguiría y sancionaría la CPI, se conoce la amenaza de muerte contra Gustavo Petro.

 

Esa otra vía, la de un magnicidio frente al cual el Bogotazo quedaría en pañales, como expresión violenta de un pueblo frustrado y asaltado en sus esperanzas y expectativas de cambio Pacífico, es la que he denominado la vía MOISE, en referencia al asesinato del presidente de Haití por mercenarios seriamente ligados a un ejército colombiano cuya imagen, así el general Zapateiro se enoje ha estado últimamente vinculados a gravísimos escándalos que han traspasado incluso las fronteras nacionales.

 

Confiemos en que en el ejército colombiano aún subsistan oficiales, suboficiales y soldados demócratas y nacionalistas dispuestos a reconstruir, como herederos de las tropas de Bolívar la deteriorada imagen de una fuerza que, con toda neutralidad, debe estar al servicio de todos los colombianos y colombianas y no de una minoría ligada a escándalos de corrupción y narcotráfico. Yo optimistamente creo en que en nuestras fuerzas armadas siguen siendo más los buenos elementos que las manzanas podridas de las que hay que depurarlas.

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