Es hora de meterse en política

La política y los políticos definen muchísimas de las cosas que infortunadamente afectan cotidianamente a los ciudadanos. Por ello, la actitud desinteresada y apática hacia la política es de alguna manera una forma de extender un cheque en blanco y al portador a personas indeterminadas, renunciar en beneficio de ellos a derechos y enviarles un mensaje equívoco: gobiernen y hagan con la sociedad lo que quieran sin preocuparse.

 

Esa especie de mandato implícito es en gran medida  responsable de nuestro actual estado de cosas. Existe pues una aún no reconocida corresponsabilidad. Es tan culpable de la corrupción y de la impunidad, que cobija a la misma, tanto el país político que hace el daño, como el país nacional o mal autodenominado apolítico que permite en silencio y resignadamente que otros hagan lo que quieran.

 

Meterse en política, para que no se nos malinterprete, no necesariamente tiene que ser asumido como postularse o tener aspiraciones para ser elegido a una corporación de elección popular. Esa es quizás una interpretación restringida y muy limitada de la expresión que en su parte final da título a este escrito.

 

Meterse en política es un abandono de nuestro propio y tardío medievo. Es una liberación de la condición de siervo, resignado ante los designios de su señor y de su círculo de “nobles”. Meterse en política es un primer paso para dejar atrás el abandono, la desolación y la pobreza y de adelantar nuestra inserción en los terrenos de la modernidad.

 

Ser ciudadanos implica vivir desde la dignidad en condiciones de libertad. Entender que nuestra decisión política y nuestras vidas no se venden por migajas al mejor postor. Comprender y reforzar la idea y la convicción de que valemos, más no tenemos precio ni estamos dispuestos a prostituirnos electoralmente cada 4 años por una cifra de dinero que si se divide entre 1460 días (los 4 años de un período) no alcanza ni siquiera los 35 pesos diarios.

 

Pero ser ciudadanos implica además trascender el pobre concepto de que la democracia se agota en el acto simple de activarse para elegir y ser elegido y luego entrar en una especie de hibernación por un cuatrienio. Los ciudadanos y ciudadanas deben leer, informarse, organizarse y movilizarse de manera permanente y no estrictamente frente a los procesos electorales.

 

Hay que pasar de la permanente queja, desesperanza y resignación a la acción política. Acción para identificar lo que consideramos injusto y a sus responsables, pero también para soñar, pensar y tener suficientemente claro el tipo de país que es posible, que nos merecemos y que se merecen nuestros hijos y nietos; para cuya construcción se hace necesario arrancárselos de las manos a aquellos a quienes se los hemos entregado de manera irresponsable.

 

Hay que perder la costumbre de cada 4 años volver a caer en las promesas de los mismos o de diferentes timadores; en entregar el voto por presiones o, peor aún, por favores que después nos cobran con creces. El que paga para ser elegido, desde el momento mismo del pago demuestra que es bandido y debemos tenerlo suficientemente claro.

 

La ciudadanía está más que en el derecho, en la obligación de castigar a los que pagan para llegar a robar. Marginarse o abstenerse de votar es tan dañino para la sociedad como el crimen mismo de vender el voto, pues juega en favor de los corruptos y corruptores haciéndoles menos costosa y por tanto más rentable, económicamente hablando, la inversión para comprar una curul y recuperar apenas en meses lo invertido a través de contratos y corrupción.

 

La modernidad, y con ella la ciudadanía, implica reconocer que el poder o la soberanía ya no recae, como en las monarquías, sobre una persona y su círculo cercano sino sobre las mayorías. Las minorías que durante años se han enriquecido y/o lucrado saqueando los recursos que, como su nombre lo indican (públicos), nos pertenecen a todos no solo pueden sino que deben caer y dejar de darse la vida de reyezuelos que se dan desde una forma de gobernar en la que al igual que los monarcas no le rinden cuentas a nadie.

 

Tenemos una oportunidad única en 2022 de pasar a la historia como los hombres y mujeres que se hastiaron de los robos constantes y descarados y decidieron iniciar el recorrido para heredarle a las generaciones venideras un verdadero y mejor país. Si no nos metemos con la política, la política y los políticos de siempre tarde o temprano se meterán con nosotros o con nuestras  familias saqueando con voracidad y apetito insaciable todo lo que nos pertenece y también lo que nos merecemos y por ellos no hemos podido hasta ahora y tener.

 

Manos a la obra. Si creemos, queremos y nos atrevemos, Sí es posible cambiar la historia.

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