Candidatos alternativos al congreso ¿Cuáles compromisos deberían asumir?

Si existe una expectativa ciudadana que no debería ser defraudada una vez más, es que la política se revista de nuevas formas y contenidos, esto es, que por fin se concrete una nueva forma de este ejercicio que deje para siempre en el olvido comportamientos abiertamente antidemocráticos e irrespetuosos hacia el constituyente primario.

Los ciudadanos no son objetos como para seguir siendo instrumentalizados y tomados como trampolines que sirvan solo para la realización de proyectos individualistas o personales. Por eso urge que quienes aspiran o ambicionan a gozar del favor popular en las urnas asuman de antemano compromisos concretos que apunten hacia una auténtica renovación, que vaya más allá de la irrupción de nuevas caras y nombres y que den señales de que más que servirse de la política la intencionalidad es servir a la ciudadanía. En otras palabras el cambio anhelado por la ciudadanía no debe ser solo de naturaleza estética y/o cosmética.

En la dirección anotada uno de los primeros compromisos a asumir debería ser el que quienes aspiren hagan de manera pública expresión de a qué irían en 2022 a corporaciones públicas como senado y cámara. Desde ahora, deberían demostrar que, más allá de los títulos académicos, disponen de las capacidades para argumentar, debatir, proponer y, más importante aún, demostrar que gozan de independencia, criterio y capacidad de movilizar y convocar a la ciudadanía.

Y es que si bien existen unas líneas gruesas que definen a las bancadas alternativas desde las que se aspira a resultar electo, muy conveniente sería que desde ya los aspirantes demostraran que sus intenciones, lejos de favorecerse de una imagen política positiva que los impulse, tienen claro cuáles son los problemas principales de la ciudadanía a la que aspiran a representar y expongan sus propuestas que, además, no deberían ser vagas, generales, abstractas o gaseosas sino concretas.

En este propósito debe existir además la disposición y voluntad demostrada de escuchar, recoger y comprometerse con propuestas como por ejemplo las del PACTO POR LA EDUCACIÓN. Desde la orilla de la política alternativa debería propiciarse una política permanente y no coyuntural menos vertical y más horizontal (entre iguales) que se fundamente en formas de comunicación bidireccionales y no oportunistas y unidireccionales.

Lo que se pretende construir demanda auténticos y renovados liderazgos y no “Manguitos” o “Anatolios” de nuevo tipo, sin las sólidas bases éticas para mantenerse inquebrantables y no sucumbir en la defensa de ideas y principios y mucho menos que consideren, equivocadamente por cierto, que la labor de un parlamentario consiste en callar y mucho menos en facilistamente pupitrear sin aportar elementos que enriquezcan el debate y las consideraciones tan necesarias antes de votar cualquier proyecto de ley en el parlamento.

Desde luego que no deja de ser un antecedente que genera legítima preocupación, que entre el abanico de nombres que se barajan, existan casos concretos de cuadros, seguramente muy valiosos, pero a los que, más allá de incidentes aislados, no se les conoce la voz o pronunciamiento público alguno en torno a cómo se ha manejado la ciudad, el departamento y el país durante las últimas décadas. Más preocupante aún, que se esgrima una posición en lo nacional crítica y consecuente y en lo local de cómplice silencio frente a por ejemplo cómo se administra la Universidad del Atlántico.

Pero más allá de lo anterior y para despejar toda sombra de duda sobre las reales intenciones de quienes legítimamente aspiran en política debería estarse, en función de la transparencia que demanda la nueva política, en la disposición de que los candidatos hagan públicas desde ya las declaraciones de rentas, bienes y cuentas tanto propios como de sus núcleos familiares y adoptar adicionalmente el compromiso de hacerlo durante todo el tiempo en que, de llegar a ocurrir, se ostente una credencial.

Otro comportamiento que sin duda enviaría un mensaje poderoso a la ciudadanía sobre la intencionalidad de incursionar en la política, animado por nada diferente a una auténtica vocación de servicio, debería ser la suscripción de un compromiso público a través del cual se asumiera anticipadamente el donar 4/5 partes del salario a causas tales como la compra de una sede de atención permanente a la ciudadanía en la que tengan cabida estudiantes, defensoras de los derechos humanos y de la mujer, así como de las asociaciones de usuarios de servicios públicos y de la salud para solo mencionar algunos ejemplos.

No menos importante sería también que el compromiso público que se suscribiera por parte de los aspirantes al congreso por listas alternativas contemplara, en la eventual posibilidad de un gobierno progresista, que se suscribiera un compromiso de otorgamiento de absoluta libertad al ejecutivo, que libere a este de la solicitud de otorgamiento de ministerios, cargos en organismos descentralizados, recomendaciones y contratos en el sector público, si es que de verdad existe el compromiso real de diferenciarse de las vetustas formas de la politiquería tradicional.

Para finalizar y no menos importante sería que se adquiriera el compromiso por parte de quienes aspiran en llegar al congreso, de impulsar un proyecto de acto legislativo que avanzara en la dirección de construir un congreso unicameral, con obligatoria representación departamental y de minorías étnicas, en el que las posibilidades de reelección se limiten a dos períodos, se extienda a mínimo 10 meses el trabajo de los legisladores y se pague por sesión a la que se asista, entre otros tópicos

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