Alejandro Gaviria: ¿Lectura equivocada?

La resolución eficaz de un problema depende en un alto grado de su efectiva comprensión y de la experticia de quien lo enfrenta. Para ejemplificar lo anotado imaginemos la complejidad derivada del impensable y absurdo nombramiento de un docente en el Ministerio de Hacienda con la tarea de solucionar en el corto plazo el déficit fiscal o de definir los puntos que harían parte de una reforma tributaria integral y no regresiva.

Tal nombramiento sin lugar a dudas sería fuertemente cuestionado por los académicos y los medios y señalado a lo menos como irresponsable por la improvisación que se desprendería del manejo de un tema tan delicado. No obstante, en educación, la constante es nombrar en el Ministerio a profesionales con la exclusiva condición (así pareciera) de que ni en lo teórico y mucho menos en la praxis conozcan o tengan nociones mínimas sobre este complejo universo. Resulta bastante diciente al respecto, constatar que desde 1 año antes de la Constitución de 1991 hasta la fecha quince (15) ministros de educación ha conocido el país de los cuales 7 fueron abogados, 2 periodistas, 1 sociólogo, 1 ingeniera industrial y 4 economistas.

 

No sobra decir que la situación necesariamente tiende a agravarse si, además, a la par de otorgársele el manejo de la Educación de un país a un economista, por ejemplo, desde la dirección misma del Estado no se traza como un norte fundamental que el designado por lo menos esté rodeado y escuche a quienes conocen desde adentro y desde los territorios los problemas de la escuela y no opte por el contrario, desde una visión reduccionista y economicista por menospreciar la pedagogía y a los saberes de los maestros y maestras.

 

Detrás de la lógica discursiva del “nosotros no podemos fallar” de Petro, uno esperaría que de manera inteligente y sensata, por primera vez, se hubiese colocado al frente de un ministerio como el de educación a un pedagogo y no a un tecnócrata. La razón es elemental: donde el primero ve seres humanos el segundo, y más si comulga con las tesis del neoliberalismo, solo ve números con una frialdad deshumanizante. El primero siempre privilegiará lo social y a los seres humanos y el segundo sus matemáticas financieras. El primero estará por tanto más próximo a una noción de Estado Social de Derecho donde la razón de ser de lo estatal es que se privilegie el servir al ciudadano y no lo contrario.

Todo este largo introito para señalar que no resulta menos que decepcionante, para quienes ejercemos la labor educativa, escuchar al ministro Alejandro Gaviria, en la comisión sexta de la cámara, hablar sobre las “prioridades” de su cartera, divagar sobre eufemismos y oírlo “disertar” sobre lo que él considera problemas de la educación, enfrascándose en discusiones semánticas intrascendentes sobre por ejemplo si debe seguir hablándose de “calidad de la educación” o de” educación de calidad” y dando “cátedra” sobre si debe usarse o no el término jornada única u otra expresión. Peor aún es ver y oir al Ministro apartarse de la línea de Petro que nunca fue la de una simple reforma al Sistema General de Participaciones (SGP).

El panorama desde el discurso del ministro Gaviria no puede ser más desesperanzador, pues en no una sola ocasión Petro planteó, y no una sola vez, no una reforma al SGP sinó la reversión de los Actos Legislativos 01/01 y 04/07 como en una alocución televisiva se lo pedió a Iván Duque recomendándole hacer uso del mecanismo del Fast Track. No obstante, de cierto modo no sorprende y es previsible en parte lo que está ocurriendo. Los maestros y maestras nos jugamos el todo por el todo por llevar a Gustavo Petro a presidente, más desde nuestras expectativas y desde argumentos de fe que desde auténticas razones del sector para hacerlo.

Siendo honestos y reconociéndolo, la propuesta sobre educación siempre giró o puso un énfasis casi que exclusivo en el acceso a la educación superior y en la atención a la primera infancia y menospreció o no hizo alusión al resto de componentes de lo educativo. Así por ejemplo, desde el documento “EL CAMBIO VIENE, publicado en diciembre de 2021 y redactado por la Comisión Programática del Pacto Histórico, pudo apreciarse que sólo se hicieron 14 referencias a la palabra “educación”, argumentándose por quienes vieron infundadas y apresuradas las críticas que en su momento se hicieron, que ese no era aún el programa definitivo de gobierno y que no había que apresurarse y esperar.

 

Una vez publicado el programa de gobierno no hubo cambios para bien que otorgaran mayor tranquilidad a los docentes. Antes, en el  tema educación el capítulo especial denominado “Pacto por la Educación” y contenido en el documento EL CAMBIO VIENE desapareció en el PROGRAMA DE GOBIERNO y de las 14 alusiones a educación que este último contenía se pasó, dentro de 28 mil palabras a 48 (0,16%) alusiones a educación sobrestimando como ya se dijo el tema educación superior.

 

El empalme no hizo nada diferente a ratificar temores. En la comisión brillaron por su ausencia los representantes del magisterio y fue notoria la ausencia del criterio “méritos” para hacer parte del equipo encargado de recibir del saliente gobierno tan importante cartera, lo que incluso llevó a Carlos Rivas Segura, recientemente elegido presidente de FECODE, a hacer público el malestar e inconformidad por el tratamiento concedido a los y las docentes sindicalizados. La situación tomó un viso más dramático cuando, con sus antecedentes como Ministro de Salud y defensor de las EPS, se designó a Alejandro Gaviria como nuevo Ministro de Educación.

 

Y aún cuando esperanzados en que Gaviria fuera “otro” bajo la gobernanza de Petro a muchos nos resultó mucho más inexplicable y preocupante su designación luego de que se conociera en entrevista con el personaje “Juanpis González” de Alejandro Riaño lo que el ex ministro de salud pensaba de Petro antes de ser premiado con el Mineducación. En la referida entrevista Gaviria señaló abiertamente y ante cámara que él no iba a estar con Petro y yendo más allá se atrevió a vaticinar el fracaso del gobierno del que hoy hace parte en los siguientes términos:

“yo le puedo describir cómo va a ser el gobierno de Petro… el primer año el nombra un buen gabinete de Unidad Nacional, no lo logra cohesionar, pasan 6 u 8 meses y no pasa mucho, se le desbarata el gobierno y Petro empieza a tuitear como loco y básicamente es ese conflicto que crea de manera permanente y la agenda del país girando alrededor del tuiter de Petro y no se hace nada, es un poco, yo dije hace poco, que me daba más miedo la inacción que la acción…”

Pero sin duda, más apocalíptico que estas apreciaciones del hoy ministro Gaviria es su intervención, ya como Ministro, ante el poder legislativo. En la misma plantea no la reversión de las reformas constitucionales plasmadas en los actos legislativos 01/01 (Pastrana) y 04/07 (Uribe) que significaron un auténtico asalto a mano armada a lo social, sino una tibia reforma al Sistema General de Participaciones.

De esta forma y siendo el Acto Legislativo 01/01 el soporte para la expedición de la ley 715/01 y consecuentemente para el Decreto 1278/02, es impensable imaginar tras una anunciada reforma cosmética y no estructural que exista ahora sí la voluntad política para expedir un Estatuto Único Docente y para suprimir la Evaluación con Carácter Diagnóstica Formativa ECDF que no es más que una forma extorsiva y con claras intenciones fiscalistas para evitar el mejoramiento salarial de los docentes y la dignificación de una profesión que al parecer seguirá siendo vista, como en los pasados gobiernos neoliberales, con desdén desde el estado.

 

Desde esa misma visión reducida en relación con lo que hay que hacer en educación el Ministro se plantea una participación de la nación de solo un 50% de la inversión en infraestructura, situando como meta o monto correspondiente al nivel central una cifra irrisoria de 1 billón de pesos que no se corresponde ni con la situación real de las escuelas del país, desnudadas por la pandemia, y muy seguramente tampoco con lo que el presidente sueña y espera invertir en ese ítem de trascendental importancia dentro de un gobierno que se autodefine como social.

 

Ni que decir que el Ministro ni siquiera haga mención a otros problemas no menos grave por resolver como la definición de la situación de más de 75 mil docentes provisionales sometidos año tras año a auténticas extorsiones politiqueras para continuar en sus puestos. Mucho menos se le oye plantear al Ministro la necesidad de abrir la discusión sobre una reforma curricular que vuelva nuestra educación pertinente u oírlo esbozar siquiera una idea sobre la urgencia de plantear el tránsito de un modelo de educación masificada a uno personalizado y de jornada única, seguramente porque ello implicaría duplicar o triplicar tanto la actual infraestructura escolar instalada como la planta de personal, retos que atemorizan a quien solo piensan en función de números y de cuadrar cajas.

 

Poco antes del cierre de este escrito Gaviria posesionó a su Viceministro de Educación Preescolar, Básica y Media, cargo que recayó sobre Hernando Bayona Rodríguez, un neoliberal enemigo de la carrera docente, de la estabilidad en el empleo y de la dignificación del salario que ve en las evaluación-sanción una forma de mejorar la “calidad de la educación”.

2 Comentarios

  1. No podría ser más decepcionante que el gobierno de Petro pudiera quedar sólo en vana palabrería y que el ministro de Educación, tecnócrata neoliberal, y su viceministro, confeso uribista, dejaran al magisterio y a la educación en igual o peor situación que la que arrastramos desde hace décadas.

    • Fecode sigue siendo un comodín del gobierno nacional lo usa cuando lo necesita y lo vuelva a guardar cuando ya no necesita de él… Duele aceptarlo pero siguen los uribistas mandado en Colombia

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